PUNTO TERCERO
Con la muerte se acaban los
goces del mundo
A la felicidad de la vida presente llamaba
David (Salmo 72, 20) un sueño de quien despierta, y comentando estas palabras,
escribe un autor: «Los bienes de este mundo parecen grandes; mas nada son de
suyo, y duran poco, como el sueño, que pronto desaparece.»
La idea de que todo se acaba con la muerte
inspiró a San Francisco de Borja la resolución de entregarse por completo a
Dios. Habíanle dado el encargo de acompa20 ñar hasta Granada el cadáver de la
emperatriz Isabel, y cuando abrieron el ataúd, tales fueron el horrible aspecto
que ofreció y el hedor que despedía, que todos los acompañantes huyeron. Mas
San Francisco, alumbrado por divina luz, quedóse a contemplar en aquel cadáver
la vanidad del mundo, considerando cómo podía ser aquélla su emperatriz Isabel,
ante la cual tantos grandes personajes doblaban reverentes la rodilla.
Preguntábase qué se habían hecho de tanta majestad y tanta belleza. Así, pues,
díjose a sí mismo: « ¡.En esto acaban las grandezas y coronas del mundo!... ¡No
más servir a señor que se me pueda morir!...» Y desde aquel momento se consagró
enteramente al amor del Crucificado, e hizo voto de entrar en Religión si antes
que él moría su esposa; y, en efecto, cuando la hubo perdido, entró en la
Compañía de Jesús.
Con verdad un hombre desengañado escribía en
un cráneo humano: Cogitantí vilescunt omnia .. Al que en esto piensa todo le
parece vil... Quien medita en la muerte no puede amar la tierra... ¿Por qué hay
tanto desdichado amador del mundo? Porque no piensan en la muerte... ¡Míseros
hijos de Adán!, nos dice el Espíritu Santo (Sal. 4, 3), ¿por qué no desterráis
del corazón los afectos terrenos, en los cuales amáis la vanidad y la mentira?
Lo que sucedió a vuestros antepasados os acaecerá también a vosotros; en
vuestro mismo palacio vivieron, en vuestro lecho reposaron; ya no están allí, y
lo propio os ha de suceder.
Entrégate, pues, a Dios, hermano mío, antes que llegue
la muerte. No dejes para mañana lo que hoy puedes hacer (Ecc., 9, 10); porque
este día de hoy pasa y no vuelve; y en el de mañana pudiera la muerte
presentársete, y ya nada te permitiría hacer. Procura sin demora desasirte de
lo que te aleja o pueda alejarte de Dios. Dejemos pronto con el afecto estos
bienes de la tierra, antes que la muerte por fuerza nos los arrebate. ¡
Bienaventurados los que al morir están ya muertos a los afectos terrenales!
(Ap., 14, 13). No temen éstos la muerte, antes bien, la desean y abrazan con
alegría, porque en vez de apartarlos de los bienes que aman, los une al Sumo
Bien, único digno de amor, que les hará para siempre felices.
AFECTOS Y PETICIONES
Mucho os agradezco, amado Redentor mío, que
me hayáis esperado. ¡Qué hubiera sido de mí si me hubierais hecho morir cuando
tan alejado me hallaba de Vos! ¡ Benditas sean para siempre vuestra
misericordia y la paciencia con que me habéis tratado!... Os doy fervientes
gracias por los dones y luces con que me habéis enriquecido... Entonces no os
amaba ni me cuidaba de que me amaseis. Ahora os amo con toda el alma, y mi
mayor pena es el haber desagradado a vuestra infinita bondad. Atorméntame ese
dolor: ¡ dulce tormento, que me trae la esperanza de que me hayáis perdonado!
¡Ojalá hubiera muerto mil veces, dulcísimo Salvador mío, antes de haberos
ofendido!... Me estremece el temor de que en lo futuro pudiera volver a
ofenderos. .. ¡Ah, Señor! Enviadme la muerte más dolorosa que hubiere antes de
que otra vez pierda vuestra gracia. 22 Esclavo fui del infierno; ahora vuestro
siervo soy, ¡oh Dios de mi alma!... Dijisteis que amaríais a quien os amase...
Pues yo os amo; soy vuestro y Vos sois mío... Y como pudiera perderos en lo por
venir, sólo os pido la gracia de que me hagáis morir antes que de nuevo os
pierda... Y si tantos beneficios me habéis dado sin que yo los pidiera, no
puedo temer me neguéis este que os pido ahora. No permitáis, pues, que os
pierda. Concededme vuestro amor, y nada más deseo
¡Oh María, esperanza mía, interceded por mí!
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