viernes, 10 de abril de 2020

11.3. VALOR DEL TIEMPO (Cont)


PUNTO TERCERO
El tiempo es un tesoro que hay que saber guardar.

   Caminad —— nos dice Jesucristo — mientras tengáis luz. Es menester que caminemos por las vías del Señor mientras tengamos luz, esto es, durante la vida, porque la luz se apaga en la hora de la muerte. Entonces no es tiempo de prepararse, sino de estar ya preparado. Estad preparados, nos dice el Señor. En la hora de la muerte no se puede hacer cosa de provecho: lo hecho, hecho está. ¡Oh Dios!, si a uno trajesen la triste nueva de que dentro de poco se iba a ventilar un proceso del cual depende su vida y toda su fortuna, ¿qué prisa no so daría para buscar un buen abogado que hiciese valer su razón ante los ministros de justicia y ver el medio de que la sentencia le fuera favorable ? Estarnos seguros que muy en breve, tal vez ahora mismo, se ha de tratar la causa que más nos importa: del negocio de nuestra salvación. ¿Y perdemos el tiempo?

   Pero dirás: «Yo soy joven todavía; más tarde me daré a Dios.» «Pero ¿ignoras por ventura —te diré yo— que el Señor maldijo a la higuera porque no llevaba fruto, aun cuando, como lo advierte el Evangelio, no era el tiempo de los higos?». Con lo cual quiso el Señor declararnos que el hombre, aun en los años de su juventud, debe dar frutos de buenas obras; de otra suerte será maldito y en lo por venir no dará frutos, como no los dio la higuera. Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Así dijo el Redentor al árbol, y de esta suerte maldice al que, llamado por El, le resiste. ¡Cosa digna de admiración! El demonio tiene por breve el tiempo de nuestra vida, y por eso no pierde ni un instante para tentarnos. El diablo bajó a vosotros y está lleno de furor sabiendo que le queda poco tiempo. Y mientras el enemigo no malogra un momento para perdernos, ¿malograremos nosotros el tiempo que Dios nos ha dado para salvarnos?

   «¿Y qué mal hago yo?», preguntará otro. Pues qué, ¿no es un mal perder el tiempo en juegos, en conversaciones inútiles, que nada aprovechan al alma? ¿Por ventura te da Dios el tiempo para que lo malgastes? No —dice el Espíritu Santo—; del buen don no pierdas ni la más mínima parte. Los obreros de que nos habla San Mateo no hacían cosa mala: solamente perdían el tiempo, y, sin embargo, fueron reprendidos por el dueño de la viña, que les dijo: ¿Por qué es tais aquí ociosos todo el día?.. En el día del juicio Jesucristo nos pedirá cuenta de toda palabra ociosa. Todo el tiempo que no se emplea en el servicio de Dios es tiempo perdido. «Mira como perdido—dice San Bernardo—todo el tiempo en que no has pensado en Dios». Por eso nos exhorta el Señor y nos dice: Cuanto pueda hacer tu mano, hazlo sin demora, porque ni para obra ni pensamiento habrá lugar en el sepulcro, hacia el cual corres apresuradament. Decía la venerable Madre Sor Juana de la Santísima Trinidad, carmelita descalza(4), que en la vida de los santos no hay el día de mañana, que sólo se halla en la vida de los pecadores, los cuales siempre están diciendo: Mañana, mañana, y así les asalta la muerte. Ahora es el tiempo favorable —dice el Apóstol—. Si oyereis hoy la voz del Señor —dice el Salmista—, no queráis endurecer vuestros corazones. Dios te exhorta hoy a obrar el bien; hazlo hoy, porque bien puede ser que mañana no sea ya tiempo, o que Dios no te llame más.

   Si en lo pasado, por tu desgracia, has gastado el tiempo en ofender a Dios, procura llorarlo todo lo que te queda de vida, como se propuso hacerlo el rey Exequias Repasaré, ¡oh Dios mío!, delante de Ti con amargura de mi alma, todos los año; de mi vida. Dios te alarga la vida a fin de que repares el tiempo perdido. Recobrad el tiempo perdido —dice San Pablo a los Efesios—, porque los días de vuestra vida son malos. Comentando San Anselmo este texto, dice: «Recobrarás el tiempo si haces lo que has descuidado hacer». «Si bien San Pablo —dice San Jerónimo— fue en orden el último de los Apóstoles, los aventajó a todos en mérito, porque después de su vocación trabajó más que todos».

   Consideremos, a lo menos, ya que otra cosa no hagamos, que a cada momento podemos alcanzar nuevos méritos para la vida eterna. Si te fuera dado en propiedad tantas tierras como pudieras recorrer en una jornada o tanto dinero como pudieras contar en un día, ¡con qué afán te pondrías a la obra! Pues bien, a cada momento puedes adquirir tesoros eternos, ¿y pierdes el tiempo? Lo que puedes hacer hoy no lo dejes para el día de mañana, porque el día de hoy será para ti perdido y no tornará más. Cuando hablaban delante de San Francisco de Borja de cosas mundanas, elevaba su corazón hacia Dios y se entretenía con El en santos afectos; de suerte que si al fin le preguntaban su parecer no sabía qué responder. Un día que por ello le amonestaron dijo: «Antes prefiero pasar por corto de ingenio que perder una partecita de tiempo».

AFECTOS Y PETICIONES

   No, Dios mío, no quiero perder más el tiempo que me concedéis por vuestra misericordia. Ahora debiera estar en el infierno, llorando sin provecho; mas os doy gracias por haberme conservado la vida, pues todo lo que me resta que vivir lo quiero emplear en vuestro servicio. Si ahora estuviera en el infierno, lloraría, pero desesperado y sin fruto. Quiero llorar las ofensas que os he hecho, y, llorando, estoy seguro que me perdonaréis, como me lo asegura el Profeta Isaías: Enjugarás tus lágrimas; el Señor, apiadándose de ti, usará contigo de misericordia. Si estuviera en el infierno, no podría amaros; pero ahora os amo y espero poder amaros siempre. Si ahora me hallara en el infierno, no podría pediros vuestra gracia; mas ahora oigo que decís: Pedid y recibiréis. Ya que todavía os puedo pedir gracias, dos favores me atrevo a pediros, ¡oh Dios del alma mía!: dadme la perseverancia en vuestra gracia, dadme vuestro amor y después haced de mí lo que os agrade. Haced que en todos los momentos que me quedan de vida me encomiende a Vos, Jesús mío, diciéndoos: Señor, ayudadme; Señor, tened compasión de mí; no permitáis que os ofenda, haced que os ame.

   ¡Oh Madre mía, María Santísima!, alcanzadme la gracia de encomendarme siempre a Dios y de pedirle la perseverancia final y su santo amor.




(4) Esta Sor Juana pertenecía por su nacimiento a las casas de los duques de Béjar y del Infantado. Murió en Medina del Campo el 10 de mayo de 1628.
(5) ¡Oh, válgame Dios Nuestro Señor! ¡Oh, qué dureza! ¡Oh. qué desatino y ceguedad! Que si se pierde una cosa, una aguja, o un gavilán, que no aprovecha de más de dar un gustillo a la vista de verle volar por el aire, nos da pena, ¡y que no la tengamos de perder esta águila caudalosa de la majestad de Dios y un reino que no ha de tener fin el gozarle! ¿Qué es esto?, ¿qué es esto? Yo no lo entiendo. Remediad, Dios mío, tan gran desatino y ceguedad (S.Teresa de Jesús, Exclamacines, XIV. Obras, IV (Burgos. 1917), p. 289).

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