PUNTO TERCERO
El tiempo es un tesoro que hay
que saber guardar.
Caminad —— nos dice Jesucristo — mientras tengáis luz. Es menester que caminemos por las vías del Señor
mientras tengamos luz, esto es, durante la vida, porque la luz se apaga en la
hora de la muerte. Entonces no es tiempo de prepararse, sino de estar ya
preparado. Estad preparados, nos dice el Señor. En la hora de la muerte
no se puede hacer cosa de provecho: lo hecho, hecho está. ¡Oh Dios!, si a uno
trajesen la triste nueva de que dentro de poco se iba a ventilar un proceso del
cual depende su vida y toda su fortuna, ¿qué prisa no so daría para buscar un
buen abogado que hiciese valer su razón ante los ministros de justicia y ver el
medio de que la sentencia le fuera favorable ? Estarnos seguros que muy en
breve, tal vez ahora mismo, se ha de tratar la causa que más nos importa: del
negocio de nuestra salvación. ¿Y perdemos el tiempo?
Pero
dirás: «Yo soy joven todavía; más tarde me daré a Dios.» «Pero ¿ignoras por
ventura —te diré yo— que el Señor maldijo a la higuera porque no llevaba fruto,
aun cuando, como lo advierte el Evangelio, no era el tiempo de los higos?».
Con lo cual quiso el Señor declararnos que el hombre, aun en los años de su
juventud, debe dar frutos de buenas obras; de otra suerte será maldito y en lo
por venir no dará frutos, como no los dio la higuera. Nunca jamás coma ya
nadie fruto de ti. Así dijo el Redentor al árbol, y de esta suerte
maldice al que, llamado por El, le resiste. ¡Cosa digna de admiración! El
demonio tiene por breve el tiempo de nuestra vida, y por eso no pierde ni un
instante para tentarnos. El diablo bajó a vosotros y está lleno de furor
sabiendo que le queda poco tiempo. Y mientras el enemigo no malogra un
momento para perdernos, ¿malograremos nosotros el tiempo que Dios nos ha dado
para salvarnos?
«¿Y
qué mal hago yo?», preguntará otro. Pues qué, ¿no es un mal perder el tiempo en
juegos, en conversaciones inútiles, que nada aprovechan al alma? ¿Por ventura
te da Dios el tiempo para que lo malgastes? No —dice el Espíritu Santo—;
del buen don no pierdas ni la más mínima parte. Los obreros de que nos
habla San Mateo no hacían cosa mala: solamente perdían el tiempo, y, sin
embargo, fueron reprendidos por el dueño de la viña, que les dijo: ¿Por qué
es tais aquí ociosos todo el día?.. En el día del juicio Jesucristo nos
pedirá cuenta de toda palabra ociosa. Todo el tiempo que no se emplea en el
servicio de Dios es tiempo perdido. «Mira como perdido—dice San Bernardo—todo
el tiempo en que no has pensado en Dios». Por eso nos exhorta el Señor y nos
dice: Cuanto pueda hacer tu mano, hazlo sin demora, porque ni para obra ni
pensamiento habrá lugar en el sepulcro, hacia el cual corres apresuradament.
Decía la venerable Madre Sor Juana de la Santísima Trinidad, carmelita descalza(4), que en la vida de los santos no hay
el día de mañana, que sólo se halla en la vida de los pecadores, los cuales
siempre están diciendo: Mañana, mañana, y así les asalta la muerte. Ahora
es el tiempo favorable —dice el Apóstol—. Si oyereis hoy la voz del
Señor —dice el Salmista—, no queráis endurecer vuestros corazones.
Dios te exhorta hoy a obrar el bien; hazlo hoy, porque bien puede ser que
mañana no sea ya tiempo, o que Dios no te llame más.
Si en lo pasado, por tu desgracia, has
gastado el tiempo en ofender a Dios, procura llorarlo todo lo que te queda de
vida, como se propuso hacerlo el rey Exequias Repasaré, ¡oh Dios mío!,
delante de Ti con amargura de mi alma, todos los año; de mi vida. Dios te
alarga la vida a fin de que repares el tiempo perdido. Recobrad el tiempo
perdido —dice San Pablo a los Efesios—, porque los días de vuestra vida
son malos. Comentando San Anselmo este texto, dice: «Recobrarás el tiempo
si haces lo que has descuidado hacer». «Si bien San Pablo —dice San Jerónimo—
fue en orden el último de los Apóstoles, los aventajó a todos en mérito, porque
después de su vocación trabajó más que todos».
Consideremos, a lo menos, ya que otra cosa
no hagamos, que a cada momento podemos alcanzar nuevos méritos para la vida
eterna. Si te fuera dado en propiedad tantas tierras como pudieras recorrer en
una jornada o tanto dinero como pudieras contar en un día, ¡con qué afán te
pondrías a la obra! Pues bien, a cada momento puedes adquirir tesoros eternos,
¿y pierdes el tiempo? Lo que puedes hacer hoy no lo dejes para el día de
mañana, porque el día de hoy será para ti perdido y no tornará más. Cuando
hablaban delante de San Francisco de Borja de cosas mundanas, elevaba su
corazón hacia Dios y se entretenía con El en santos afectos; de suerte que si
al fin le preguntaban su parecer no sabía qué responder. Un día que por ello le
amonestaron dijo: «Antes prefiero pasar por corto de ingenio que perder una
partecita de tiempo».
AFECTOS Y PETICIONES
No, Dios mío, no quiero perder más el tiempo
que me concedéis por vuestra misericordia. Ahora debiera estar en el infierno,
llorando sin provecho; mas os doy gracias por haberme conservado la vida, pues
todo lo que me resta que vivir lo quiero emplear en vuestro servicio. Si ahora
estuviera en el infierno, lloraría, pero desesperado y sin fruto. Quiero llorar
las ofensas que os he hecho, y, llorando, estoy seguro que me perdonaréis, como
me lo asegura el Profeta Isaías: Enjugarás tus lágrimas; el Señor,
apiadándose de ti, usará contigo de misericordia. Si estuviera en el
infierno, no podría amaros; pero ahora os amo y espero poder amaros siempre. Si
ahora me hallara en el infierno, no podría pediros vuestra gracia; mas ahora
oigo que decís: Pedid y recibiréis. Ya que todavía os puedo pedir
gracias, dos favores me atrevo a pediros, ¡oh Dios del alma mía!: dadme la
perseverancia en vuestra gracia, dadme vuestro amor y después haced de mí lo
que os agrade. Haced que en todos los momentos que me quedan de vida me
encomiende a Vos, Jesús mío, diciéndoos: Señor, ayudadme; Señor, tened
compasión de mí; no permitáis que os ofenda, haced que os ame.
¡Oh Madre mía, María Santísima!, alcanzadme
la gracia de encomendarme siempre a Dios y de pedirle la perseverancia final y
su santo amor.
(4) Esta Sor Juana pertenecía por su
nacimiento a las casas de los duques de Béjar y del Infantado. Murió en Medina
del Campo el 10 de mayo de 1628.
(5) ¡Oh,
válgame Dios Nuestro Señor! ¡Oh, qué dureza! ¡Oh. qué desatino y ceguedad! Que
si se pierde una cosa, una aguja, o un gavilán, que no aprovecha de más de dar
un gustillo a la vista de verle volar por el aire, nos da pena, ¡y que no la
tengamos de perder esta águila caudalosa de la majestad de Dios y un reino que
no ha de tener fin el gozarle! ¿Qué es esto?, ¿qué es esto? Yo no lo entiendo.
Remediad, Dios mío, tan gran desatino y ceguedad (S.Teresa de Jesús, Exclamacines,
XIV. Obras, IV (Burgos. 1917), p. 289).
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