Vermis
eorum non morítur.
El gusano de aquéllos no muere.
Mr., 9,
47.
PUNTO PRIMERO
Primera causa del remordimiento:
se ha condenado por una nonada.
Este gusano que no muere nunca
significa, según Santo Tomás, el remordimiento de conciencia de los réprobos,
que eternamente ha de atormentarlos en el infierno. Muchos serán los remordimientos con que la
conciencia roerá el corazón de los condenados. Pero tres de ellos llevarán
consigo más vehemente dolor: el considerar la nada de las cosas por que el
réprobo se ha condenado, lo poco que tenía que hacer para salvarse y el gran
bien que ha perdido.
El primer remordimiento, pues,
que acosará al condenado será el considerar por cuán poca cosa se ha condenado.
Cuando Esaú hubo tomado aquel plato de lentejas por el cual vendió su derecho
de primogenitura, apenóse tanto por haber consentido en tal pérdida, que, como
dice la Escritura (Gn., 27, 34), se lamentó con grandes alaridos. ..
¡Oh, con qué gemidos y
clamores se quejarán los réprobos al ponderar que por breves, momentáneos y
envenenados placeres han perdido un reino eterno de felicidad y se ven por
siempre condenados a continua e interminable muerte! Más amargamente llorarán
que Jonatás, sentenciado a morir por orden de su padre, Saúl, sin otro delito
que el haber probado un poco de miel (1 S., 14, 43).
¡Cuán honda pena traerá al
condenado el recuerdo de la causa que le acarreó tanto mal!... Sueño de un
instante nos parece nuestra vida pasada. ¿Qué le parecerán al réprobo los
cincuenta o sesenta años de su vida terrena cuando se halle en la eternidad y
pasen cien o mil millones de años, y vea
que entonces aquella su eterna vida terrena está comenzando? Y, además, los
cincuenta años de vida en la tierra, ¿son acaso cincuenta años de placer?...
El pecador que vive sin Dios,
¿goza siempre en su pecado? Un momento dura el placer culpable; lo demás, para
quien existe apartado de Dios, es tiempo de penas y aflicciones... ¿Qué le
parecerán, pues, al réprobo infeliz esos breves momentos de deleite? ¿Qué le
parecerá, sobre todo, el último pecado por el cual se condenó?... «¡Por un vil
placer, que duró un instante, y que como el humo se disipó —exclamará—, he de
arder en estas llamas, desesperado y abandonado, mientras Dios sea Dios, por
toda la eternidad!»
AFECTOS Y PETICIONES
Dadme luz, Señor, para conocer
mi maldad en ofenderte, y la pena eterna que por ello merecí. Gran dolor
siento, Dios mío, de haberos ofendido, y ese dolor me consuela y alivia. Porque
si me hubierais enviado al infierno, que he merecido, el remordimiento sería
allí mi castigo mayor, al considerar la miseria y vileza de las cosas que
produjeron mi perdurable desventura. Mas ahora el dolor reanima y consuela y me
infunde esperanza de alcanzar perdón, puesto que ofrecisteis perdonar al que se
arrepiente. Sí, Dios y Señor mío; me arrepiento de haberos ultrajado; abrazo
con alegría esa pena dulcísima del dolor de mis culpas, y os ruego que me la
acrecentéis y conservéis hasta la muerte, a fin de que no deje jamás de llorar
mis pecados... .
Perdonadme, Jesús y Redentor
mío, que por tener misericordia de mí no la tuvisteis de Vos mismo, y os
condenasteis a morir de dolor para librarme del infierno. ¡Tened piedad de mí! Haced, pues, que mi
corazón se halle siempre contrito y, a la vez, inflamado en vuestro amor, ya
que tanto me habéis amado y sufrido con tanta paciencia, y en vez de castigarme
me colmáis de luz y de gracia... Gracias te doy, Jesús mío, y te amo con todo
mi corazón. Y puesto que no sabes despreciar a quien te ama, no apartes de mí
tu divino rostro. Acógeme en tu gracia y no permitas que la vuelva a
perder...
María, Madre y Señora nuestra,
recíbeme por siervo tuyo, y úneme a tu Hijo Jesús. Ruégale que me perdone y que
me conceda, con el don de su amor, el de la perseverancia final.
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