Superexaltat autem
misericordia
iudícium.
La misericordia
triunfa sobre el
juicio.
Sant., 2,
13.
PUNTO PRIMERO
Dios misericordioso espera al
pecador.
La bondad es comunicativa por naturaleza; de
suyo tiende a compartir sus bienes con los demás. dios, que por su naturaleza
es la bondad infinita, siente vivo deseo de comunicarnos su felicidad, y por
eso propende más a la misericordia que al castigo. «castigar —dice Isaías— es
obra ajena a las inclinaciones de la divina voluntad.» «se enojará para hacer
su obra (ó venganza), obra que es ajena de el, obra que es extraña a él» (is.,
28, 21). y cuando el Señor castiga en esta vida es para ser misericordioso en
la otra (Sal. 59, 3). muéstrase airado con el fin de que nos enmendemos y
aborrezcamos el pecado (Sal. 5). y si nos castiga es porque nos ama, para
librarnos de la eterna pena (Sal. 6). ¿Quién podrá admirar y alabar suficientemente
la misericordia con que dios trata a los pecadores, esperándolos, llamándolos,
acogiéndolos cuando vuelven a él?... y ante todo, ¡qué gracia valiosísima nos
concede dios al esperar nuestra penitencia!...cuando le ofendiste, hermano mío,
podía el Señor enviarte la muerte, y, sin embargo, te esperó; y en vez de
castigarte, te colmó de bienes y te conservó la vida con su paternal
providencia. hacía como si no viera tus pecados, a fin de que te convirtieses (Sb.,
11, 24). ¿y cómo, Señor, vos, que no podéis ver un solo pecador, veis tantos y
calláis? ¿miráis aquel deshonesto, aquel vengativo, a ese blasfemo, cuyos
pecados se aumentan de día en día, y no los castigáis? ¿por qué tanta
paciencia?... Dios espera al pecador a fin de que se arrepienta, para poder de
ese modo perdonarle y salvarle (Is., 30, 18).
dice Santo Tomás que todas las criaturas, el fuego, el agua, la tierra,
el aire, por natural instinto se aprestan a castigar al pecador por las ofensas
que al creador hace; pero Dios, por su misericordia, las detiene... Vos, Señor, aguardáis al impío para que se
enmiende; mas ¿no veis que el ingrato se vale de vuestra piedad para ofenderos?
(Is., 26, 15). ¿Por qué tal paciencia?... Porque Dios no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y se salve (Ez., 33, 11).
¡Oh paciencia de Dios! dice San Agustín que
si Dios no fuese Dios, parecería injusto, atendiendo a su demasiada paciencia
para con el. Porque espera que se valga el hombre de aquella paciencia para más
pecar, diríase que es en cierto modo una injusticia contra el honor divino. «Nosotros
pecamos —sigue diciendo el mismo santo—, nos entregamos al pecado (algunos
firman paces con el pecado, duermen unidos a él meses y años enteros), nos
regocijamos del pecado (pues no pocos se glorían de sus delitos), ¿y Vos estáis
aplacado?... nosotros os provocamos a ira, y Vos a misericordia.» Parece que a
porfía combatimos con Dios; nosotros, procurando que nos castigue; Él,
invitándonos al perdón.
AFECTOS Y PETICIONES
¡Ah Señor y Dios mío! Reconozco que soy
digno de estar en el infierno (Jb., 17, 13). mas por vuestra misericordia no me
hallo en él, sino postrado a vuestros pies, y conociendo vuestro precepto con que
me mandáis que os ame. «¡Ama al Señor tu Dios!» (Mat. 22, 37). Me decís que
queréis perdonarme si me arrepiento de las ofensas que os he hecho...
Sí, Dios mío; ya que deseáis que os ame,
aunque soy un vil rebelde contra vuestra soberana majestad, os amo con todo mi
corazón, y me duelo de haberos ofendido más que de cualquier otro mal en que
hubiera podido incurrir. Iluminadme, pues, ¡Oh Bondad Infinita!, y dadme a
conocer la horrenda malicia de mis culpas. no; no resistiré más a vuestra voz,
ni volveré a injuriar a un Dios que tanto me ama, y que tantas veces y con
tanto amor me habéis perdonado... ¡Ah, si nunca os hubiera ofendido, Jesús de
mi alma! Perdonadme y haced que de hoy en adelante a nadie ame más que a vos,
que sólo viva para vos, que moristeis por mí, y que sólo por vuestro amor
padezca, ya que por mí tanto padecisteis. Eternamente me habéis amado,
concededme que por toda la eternidad arda yo en vuestro amor. Todo lo espero, ¡Oh
Salvador mío!, de Vuestros infinitos merecimientos.
En Vos confío, Virgen Santísima,
pues con vuestra intercesión me habéis de salvar.
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